Ser una potencia industrial tiene sus costos y China es un ejemplo. El veloz y descontrolado crecimiento y expansión de la economía han convertido al país en una pesadilla medioambiental, con la que los residentes deben lidiar a diario, especialmente Pekín, que cubierto de niebla polucional, parece otro planeta. Es tan grave el nivel de contaminación que las autoridades decretaron un alerta roja por primera vez.
Alerta roja significa apenas un paliativo: restricciones en el tránsito vehicular, cierre de algunas fábricas y escuelas, y mayores controles sanitarios para una población que debe salir con barbijos.
Con la Ciudad Prohibida de fondo, un ciudadano mira sin poder creer lo que ve.
También se implementó, como una vez en Argentina, el sistema de placas pares e impares para lograr que la mitad de los autos dejen de circular, explica el corresponsal de la BBC en Pekín, John Sudworth.
A pesar de que el aire es gris y desagradable, el índice de contaminación de esta semana es más bajo que la semana pasada, cuando el nivel de gases tóxicos estuvo 40 veces por encima de los recomendados por la Organización Mundial de la Salud.
Más allá de las grandes fábricas, los sistemas de energía y calefacción basados en carbón, así como las emisiones de los vehículos y el polvo de las construcciones, han contribuido a esta neblina exacerbada por la humedad y la falta de viento.
La Plaza Tiananmen hoy y hace unas semanas. Polución.
Para llegar a un acuerdo sobre cambio climático global, es clave que China baje los niveles de polución, aseguran los expertos.
Así debe la gente salir a la calle para protegerse.
La gente padece: "Tenés que hacer lo que puedas para protegerte", dice Li Huiwen a Associated Press. "Incluso con una máscara me siento incómoda y no tengo mucha energía".
Piden a la gente que salga lo menos posible de sus casas.
"Esta es una advertencia seria, es hora de que lidiemos seriamente con la contaminación del aire", afirma por su parte Fan Jinglong.
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